viernes, 11 de enero de 2013

Contar mucho con poco


Augusto MonterrosoSe lo conoce bajo diferentes maneras, pero quienes lo practican aún no se han puesto de acuerdo por un nombre definitivo: microcuento, microficción, microrrelato, minicuento, minificción, minitexto, son algunos de los muchos que proponen. Los poetas japoneses fueron menos dubitativos, hace siglos crearon una forma poética brevísima que, desde entonces, simplemente llaman: Haikú. Hegel supo decir que el hombre nomina lo que domina, ¿acaso todavía no existe el dominio total de este remotísimo modo de narrar que recién ahora ganó condición de género literario? 

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí”. Estas siete palabras, cifradas por el guatemalteco Augusto Monterroso, conformarían el cuento más breve de todos los que hasta hoy se han escrito. El potencial tiene su razón, no bien se conoció el texto de Monterroso, comenzó a circular otro cuento de autor anónimo aún más corto: “Y entonces fue que me comieron”. Seis palabras en lugar de siete que, sin embargo, no le quitaron el cetro a Monterroso. El dinosaurio que todavía estaba ahí continúa brindándose como el cristalino ejemplo de la minificción y a Augusto Monterroso se lo considera, con justicia, el fundador de este singular género. No en vano, alguna vez confesó: “Me aterroriza la idea de que la tontería acecha siempre a cualquier autor después de cuatro páginas”.

Por aquellos días, el minicuento aún no había recibido el elogio de la crítica. Se consideraba que un texto tan reducido no merecía la condición de forma artística y menos aún el estatus literario que algunos querían otorgarle. Estaba más cerca de un chiste o de un juego ingenioso del lenguaje que de una pieza literaria. El escritor mexicano Edmundo Valadés lamentaba que “desestimado en mucho como creación menor, la del miniaturista, el cuento breve o brevísimo no ha merecido ni recuento, ni teoría, ni nombre específico universal”, a pesar de que “su mínima pero difícil composición, exige inventiva, ingenio, impecable oficio prosístico y, esencialmente, impostergable concentración e inflexible economía verbal (…) La minificción no puede ser poema en prosa, viñeta, estampa, anécdota, ocurrencia o chiste. Tiene que ser ni más ni menos eso: minificción. Y en ella lo que vale o funciona es el incidente a contar. El personaje, repetidamente notorio, es aditamento sujeto a la historia, o su pretexto. Aquí la acción es la que debe imperar sobre lo demás”.

"Aquí la acción es la que debe imperar sobre lo demás"

Los temores de Edmundo Valadés menguaron en 1998: en agosto de ese año su compatriota, Lauro Zavala organizó en México D.F. el Primer Coloquio Internacional de Minificción, con la participaron de escritores de Chile, México, Venezuela, Argentina, Colombia, Estados Unidos de América y España. En esa ocasión se presentó el libro de la venezolana Violeta Rojo “Breve manual para reconocer minicuentos”.

En el año 2000 en la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia se creó el Grupo de Investigación en Hipermedia, Minificción, Literatura y Lenguaje, HIMINI, orientado a profundizar la didáctica de la Literatura y las Nuevas Tecnologías, el desarrollo de indagaciones en Hipermedia, narrativa breve o minificción, teoría literaria, producción de software educativo y de páginas Web.

Dos años después se celebró el II Congreso Internacional de Minificción, en Salamanca (España), que reunió a escritores de América y Europa y a algunos editores españoles especializados en el tema del microrrelato. El III Congreso se llevó a cabo en agosto de 2004, en Valparaíso, Chile. El IV se realizó en noviembre de 2006; tuvo por sede la Universidad de Neuchâtel, en Suiza. Ese mismo año el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Sancti Spíritus y el Instituto Cubano del Libro convocaron al “I Concurso internacional de Minicuentos El dinosaurio 2006”. En agosto de 2008 nuestra Patagonia fue el escenario del V Congreso de Minicuentos: autores de distintos países del mundo se reunieron en la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional Comahue. 

El Decamerón, por John William Waterhouse
En el año 1335 el Infante Juan Manuel publicó El conde Lucanor, en el año 1353 Giovanni Boccaccio el Decamerón y en el 1400 Geoffrey Chaucer Los cuentos de Canterbury. España, Italia e Inglaterra le dieron definitiva entidad al cuento en Occidente. No obstante, durante el Renacimiento aún se ignora al cuento o se lo confunde con la novela: Cervantes reúne doce narraciones bajo el título deNovelas Ejemplares y Lope de Vega reconoce: “En tiempos menos discretos que el de ahora, aunque de hombres más sabios, se llamaba a las novelas cuentos. Estos se sabían de memoria, y nunca que me acuerde los vi escritos”. Así fue que una práctica literaria que se ejercía desde tiempos remotos recién ganó su condición de género en mayo de 1842, cuando Edgar Allan Poe en el “Graham’s Magazine” estableció las normas de lo que iba a llamarse “cuento moderno”.

Con el minicuento sucedió algo parecido. “El ciervo escondido” es un brevísimo texto escrito a mediados del siglo IV a.C. por Liehtsé, un filósofo chino de la escuela taoísta. El Satiricón, que el romano Petronio compusiera en el año 60, recoge dos cuentos breves: “El lobo” y “Epitafio de una perra de caza”. Doscientos años después, el japonés Kan Pao, en poquísimas palabras ofrece “Historia de Ts`in Kiu-Po”. A finales del siglo XIX, el escritor estadounidense Thomas Bailey Aldrich publica un brevísimo cuento, que se lee así: “Una mujer está sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta”. A comienzos del siglo XX, Frederic Brown, da a conocer “La llamada”, texto que tiene un inquietante parecido al que algunos años antes había publicado su compatriota Aldrich: “El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta...”

Este modo de narrar mucho con poco ya sabía de plagios, pero aún no había logrado la condición de género. Hubo que esperar a ese terco y silencioso dinosaurio que inventara Monterroso para que lo obtuviera de una vez y para siempre. 

Fuente: Télam




Etiquetas:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio