Disputas comunicacionales en Nuestra América
El
objetivo de esta serie de artículos que hoy iniciamos es analizar
las modificaciones que han surgido en las
reglas de juego mediáticas y comunicacionales en los últimos
años en Nuestra América.
Sin
menospreciar el enorme impacto de las nuevas tecnologías, la
irrupción de la disputa por los espacios y los contenidos no se
entendería sin las luchas sociales, políticas y económicas que
atravesaron nuestro continente en la historia reciente, marcando
rupturas o hasta francos antagonismos respecto al hegemónico
capitalismo neoliberal.
Después
de la implosión pacífica de la URSS, el neoliberalismo globalizó
el planeta organizando el “nuevo orden mundial” desde una
unipolaridad indiscutida, la de EE.UU. Pero el intento de relanzar al
capitalismo como supuesto “fin de la historia” ha comenzado a
sufrir diversas crisis. Incluso, hace unos años ya que la única
superpotencia viene mostrando signos de un paulatino declive, los que
sumados a otros factores de peso han abonado tendencias hacia una
incipiente multipolaridad. Sobre este nuevo reordenamiento
internacional que se esta esbozando, encontramos algunos de sus
indicadores en el cambio de la política exterior norteamericana en
distintos frentes, el creciente peso del BRICS, que la principal ruta
comercial mundial se trasladó del Atlántico norte al Pacífico, el
freno de China y Rusia a una nueva ofensiva de la OTAN (contra
Siria), entre otros.
En
referencia a nuestro continente, por un lado, este lento
reordenamiento “multipolar” es apoyado como estrategia política
por varios gobiernos. Asimismo, la creciente China ha desembarcado
con fuertes inversiones económicas mientras que EE.UU. ha cambiado
su posicionamiento regional. En estos últimos años aumentó
significativamente sus capacidades de “disuasión” militar, esto
incluye la reactivación en 2008 de la 4ª Flota disuelta en 1950 y
el afianzamiento de un sistema de bases militares con fuerte pivote
en Colombia. ¿Por
qué esto? La superpotencia militar ha
perdido peso y terreno en lo económico y político. Entre otras
cosas, el noventista Consenso de Washington fue abandonado por gran
parte de nuestra región y el ALCA nunca nació. También ha crecido
el descrédito de la OEA, y se organizaron nuevas instancias
supranacionales como Unasur y la Celac, que incluye a Cuba y deja
afuera a EE.UU. y Canadá.
Lo
más significativo es que desde nuestros pueblos hubo distintas
resistencias al “neoliberalismo”, y en varios países han
irrumpido fuerzas políticas que fueron desandando los caminos
impuestos por el orden hegemónico mundial, generando una nueva
dinámica regional que no se da en ninguna otra parte del mundo. Ésta
se desplegó con mayores rupturas o continuidades respecto al
Consenso de Washington, de acuerdo a las correlaciones de fuerzas al
interior de cada país. Asimismo,
debemos tener en cuenta que, en el marco de las distintas
reestructuraciones de los estados nacionales y el creciente peso de
lo regional, en Nuestra América se han ido consolidando tres
esquemas de integración con diferentes miradas y proyectos. Dos
plantean diferencias de modelo sin discutir la hegemonía
capitalista, el tercero incuba una potencialidad contrahegemónica.
Por
un lado encontramos al Mercosur. Este bloque económico, neoliberal
en sus inicios noventistas y marcado por el enorme peso de Brasil, y
su relación con Argentina, tiene como intención desarrollar un
mercado común con cierta autonomía regional en un mundo que tiende
a la multipolaridad. También son miembros plenos Uruguay, Paraguay
(suspendido tras el golpe a Lugo, y marcando diferencias desde su
nuevo gobierno) y Venezuela; Bolivia espera ingresar próximamente.
Desde la nación caribeña se ha planteando la necesidad de superar
el perfil comercial del bloque, centrado en grupos empresarios
locales. Si bien no se abandonan los perfiles exportadores primarios,
sus gobiernos se abocaron a reactivar el mercado interno como forma
de apaciguar el profundo conflicto social precedente, producido por
la aplicación de las “recetas neoliberales” del establishment
financiero mundial (FMI y BM). Sobre la disputa comunicacional en los
países del Mercosur, en Argentina la ley de medios sancionada en
2009 está judicializada y sin aplicación plena desde entonces, y en
Uruguay en 2013 fue presentado un proyecto que se discute en el
Congreso.
El
bloque económico “neoliberal” del Eje del Pacífico, es el
esquema de integración más afín a los intereses norteamericanos.
Tras el entierro del ALCA en 2005 y el establecimiento de los TLC,
esta nueva ofensiva sub-continental para el “patio trasero” fue
lanzada en 2011. Agrupa a Colombia, México, Chile y Perú. Centrada
en la exportación de
materias primas (megaminería y agronegocios), esta alianza es
la referencia de los grandes grupos económicos que conciben al
“libre mercado” como el ordenador de una sociedad de ciudadanos
consumidores, en donde los flujos de capitales, mercancías y
personas circulan sin restricciones estatales. Estas
economías exportadoras subordinadas a la lógica financiera del
capitalismo del siglo XXI, funcionan macroeconómicamente con mayores
niveles de desempleo, y necesitan un alto
disciplinamiento/desestructuración de las clases subalternas. En
2013 y con la reforma a la Ley de Telecomunicaciones, México ha sido
el único país del bloque en modificar ese marco legal.
El
otro esquema trasciende lo meramente comercial, brega por la unidad
continental basada en principios solidarios enraizados en los legados
emancipatorios de Bolívar y Martí. Se trata de la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, que también asume
tendencias hacia la multipolaridad. Iniciada en 2004 por Cuba y
Venezuela, ha incorporado a Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras
(hasta el golpe de estado de 2009) y tres países caribeños. Si bien
es el bloque de menor peso económico, es muy activo políticamente y
es el más atacado desde la superpotencia militar y a la vez muy
endeudada primera economía mundial. Cuatro de sus países miembro
sufrieron intentonas golpistas: Venezuela, 2002; Bolivia, 2007;
Honduras, 2009 y Ecuador, 2010.
Cabe mencionar
que los países
del ALBA
han mostrado interés en la economía social, buscando desarrollar
un nuevo modelo productivo. Respecto a la disputa comunicacional, los
tres estados sudamericanos de este bloque han modificado las reglas
de juego: la Venezuela bolivariana en 2004, la Bolivia plurinacional
en 2011 y Ecuador en 2013. Otro avance inédito y muy significativo,
impulsado por éstos países principalmente, fue TeleSUR. Desde 2005,
el canal multiestatal viene rompiendo fuertes cercos mediáticos y
confrontando batallas de ideas con los medios audiovisuales
hegemónicos de los países centrales (CNN, BBC, TVE, etc). Su señal
abierta satelital está disponible en América, Europa y norte de
África, transmiténdose por canal de aire en Venezuela, Ecuador y
Cuba. Asimismo, en 2013 Bolivia y Venezuela firmaron un acuerdo para
crear una red regional de radios.
La
disputa comunicacional se extiende por nuestra América. También en
Honduras se encuentra en estado legislativo un proyecto de reforma de
la ley de telecomunicaciones. Y en varios países como Brasil,
Nicaragua, Colombia, Paraguay, Guatemala, distintas organizaciones
de las clases subalternas vienen planteando la necesidad de modificar
las reglas de juego.
Para
terminar de exponer este esquema introductorio,
es fundamental señalar la fuerte concentración comunicacional
impuesta en nuestro continente. En esto influyó mucho que los medios
audiovisuales de la región fueron organizados sobre una
combinación entre el modelo europeo y el norteamericano, con una
mayor influencia de este último a partir de los años ´70. Bajo la
creciente concentración económica y mediática, el espacio
audiovisual quedó en manos de pocas corporaciones, los contenidos
fueron reducidos a mercancías para el entretenimiento masivo, y
éstos grandes grupos emplearon a sus medios como plataformas con
gran capacidad de incidencia política. En sus pantallas, “informan”
con campañas de miedo, de criminalización de sectores subalternos,
agendas desestabilizadoras contra gobiernos no afines, y hasta
legitimaciones de golpes de estado y sanguinarias dictaduras. Los marcos legales
favorables a estos procesos de concentración mediática acompañaron
los esquemas económicos y políticos implementados en nuestros
países, siempre subordinados al orden hegemónico vigente y sus formas, como la Alianza para el Progreso, la Doctrina de
Seguridad Nacional o el Consenso de Washington.
Pero
a inicios del Siglo XXI, tras las crisis de aquellos esquemas en
nuestro continente, también comenzaron a ser discutidos los marcos
regulatorios – y confiscatorios - de la comunicación. Y no sólo
debido al desarrollo tecnológico, que ha mejorado las posibilidades
de disputar el espacio mediático. Sino y fundamentalmente por la
activa voluntad política de gobiernos y amplios sectores tan
diversos como los partidos políticos, movimientos sociales, pueblos
originarios, organizaciones culturales, universidades, sindicatos,
medios comunitarios, cooperativos, mutuales y pymes. Las
coincidencias fundamentales apuntan a democratizar
la comunicación, promover la generación soberana de contenidos y la
distribución equitativa de bienes culturales.
Buscando sistematizar estos procesos,
nos enfocaremos en las dinámicas sociopolíticas que generaron el
cuestionamiento del “statu quo” comunicacional en cada país, las
principales características de estas disputas por lo mediático, las
particularidades de cada nueva ley, a que sectores beneficia y
perjudica, y que impacto tienen. Ante
esta realidad abierta
en nuestra América,
para la economía solidaria se trata de sumar fuerzas y ganar mayores
posiciones en el mercado como también de discutir críticamente los
contenidos y sentidos que impone el orden hegemónico a escala
global. Evitar la batalla de ideas contra ese orden y renunciar a los
esfuerzos integradores y solidarios es condenarse a perder.
Agosto
de 2013
Etiquetas: América Latina, Medios en Nuestra América
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio