Por qué la Ley de Medios de Argentina es referencia fundamental para América Latina
El
actual proceso de transformaciones políticas, socioeconómicas y
culturales en América Latina tiene, en la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual de la Argentina, uno de sus marcos más
significativos. Por primera vez en la historia de la región, un país
formula, aprueba y hace cumplir una legislación que protege y valoriza
la diversidad informativa y cultural, a través de un marco regulatorio
democráticamente discutido e instituido.
Nuestro
objetivo, en el presente artículo, es poner en evidencia la importancia
de la legislación argentina como fuente de inspiración de medidas
antimonopólicas al alcance de los demás gobiernos progresistas
latinoamericanos, en sintonía con la agenda de reivindicaciones de
entidades y movimientos sociales que defienden la comunicación como
derecho humano.
Lo
que parecía ser un ideal distante, casi impracticable, se convirtió en
una certeza que comenzó a esparcirse por el continente. Se trata de un
proceso que hace converger las voluntades transformadoras de los estados
con la de amplios segmentos de la sociedad civil.
La
nueva ley trajo el convencimiento de que es viable el conocido dicho
“otra comunicación es posible”, descentralizada y plural, conquistada de
forma equilibrada y participativa.
El
texto que se presenta a continuación está dividido en dos partes. En
la primera se focaliza en el cuadro de concentración de medios de
América Latina y sus implicancias, con el propósito de situar en un
contexto adverso que llevó a gobiernos progresistas a intervenir, con
diversa intensidad según cada país, en los sistemas de difusión.
En
la segunda parte, se aborda la correspondencia entre las disposiciones
de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y las aspiraciones
sociales en torno a una comunicación más democrática. Se apuntan
medidas, reclamadas o en preparación en otros países, que se
materializan, pioneramente, en la legislación argentina, lo que la
transforma en una referencia obligatoria.
II – El escenario que debe cambiar
Para
evaluar la pertinencia de la Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual como instrumento de reestructuración de los sectores de la
información y la cultura en moldes mas pluralistas, es esencial
explicitar el intrincado escenario mediático de América Latina.
La
últimas décadas acentuaron la concentración de medios latinoamericanos
en un puñado de megagrupos. Ese modelo de concentración prosperó en
medio de la convergencia de los sistemas, redes y plataformas de
producción, transmisión y recepción de datos, imágenes y sonidos. La
digitalización extendió y extiende el acceso a las tecnologías a franjas
más amplias de la sociedad –aunque de manera bastante desigual- e
impulsa el crecimiento de la oferta de productos y servicios en
diferentes plataformas, redes, canales y soportes digitales, sobre el
control estricto de grupos nacionales y trasnacionales. Los focos de
las políticas de comercialización se expanden ininterrumpidamente de los
mercados consumidores, disminuyendo los costos industriales y
produciendo enormes ganancias en productividad a través de las economías
de escala.
La
expansión de las industrias de medios en América Latina se vincula
históricamente a intereses privados y trasnacionales, favorecidos por la
fragilidad de los mecanismos de regulación y control de los flujos
audiovisuales y del capital que cruzan fronteras por satélites y redes
infoelectrónicas. La baja inversión de los gobiernos en tecnología y
producción cultural, las políticas públicas inconsistentes o
inexistentes y la inercia regulatoria apartaron al Estado del
protagonismo en las áreas de la información, el entretenimiento y las
telecomunicaciones.
Las
desregulaciones y privatizaciones neoliberales durante los años 1980 y
1990 favorecieron la acumulación de la propiedad, de los medios y las
tecnologías, permitiendo la constitución de verdaderos latifundios
mediáticos, que exploran simultáneamente las cadenas de producción,
distribución, circulación y consumo de datos, sonidos e imágenes, en
busca de dividendos competitivos y lucros acelerados (Moraes, 2011:
33-34).
En
la escalada de la internacionalización, corporaciones trasnacionales
como News Corporation, Viacom, Time Warner, Disney, Bertelsmann, Sony y
Prisa adquirieron activos de medios y/o establecieron acuerdos con
grupos multimediáticos regionales, ampliando exponencialmente sus
actuaciones multisectoriales en los mercados para sus productos y
servicios. El resultado no podría ser diferente: 85,5% de las
importaciones audiovisuales de América Latina provienen de los Estados
Unidos. Mensualmente, 150 mil horas de films, series y eventos
deportivos norteamericanos son presentados en las emisoras de televisión
de nuestro continente (Moraes, 2006:46).
Para
los cuatro mayores conglomerados latinoamericanos –Globo de Brasil;
Televisa de México; Cisneros de Venezuela y Clarín de Argentina-, estas
asociaciones representan la posibilidad de entrecruzar negocios y
establecer alianzas con los actores de mayor peso del plano
internacional, que les ofrecen lógicas sólidas, financiamiento e
inserción en el mercado (Bustamante, 2009: 79-80).
Globo,
Televisa, Cisneros y Clarín retienen el 60% de la facturación total de
los mercados y de las audiencias, distribuidos de la siguiente manera:
Clarín controla el 31% de la circulación de los diarios, el 40,5% de la
TV abierta y el 23,2% de la TV de pago; Globo responde por el 16,2% de
los medios impresos, 56% de la TV abierta y el 44% de la TV de pago;
Televisa y TV Azteca forman un duopolio, acumulando el 69% y el 31,37%
de la TV abierta, respectivamente. Brasil, México y Argentina reúnen
más de la mitad de los diarios y emisoras de radio y televisión y el 75%
de las salas de cine de la región.
Entre
los impactos más graves de la concentración mediática en América Latina
se puede apuntar: las políticas de precios depredatoria destinadas a
eliminar o a restringir severamente la concurrencia, los controles
oligopólicos sobre la producción, distribución y difusión de contenidos;
y la acumulación de patentes y derechos de propiedad intelectual por
parte de los grupos empresariales. Hay también el riesgo de unificación
de las líneas editoriales y de predominio de las ambiciones empresarias
por encima de los intereses del conjunto de la sociedad. Las
conveniencias corporativas se basan frecuentemente en estrategias de
maximización de la ganancia, sin prestar mayor atención a la formación
educativa y cultural de la audiencia y, menos aún, a los valores y
sentidos de pertenencia que conforman las identidades nacionales y
regionales.
III- La Ley que impulsó “otra comunicación es posible”
En
los últimos años, gobiernos electos con el compromiso de revertir
desigualdades e injusticias sociales –agravadas por la sumisión de sus
antecesores a los dictámenes del neoliberalismo-, incluían la
democratización de la comunicación entre sus prioridades.
Entre
estos gobiernos existe un consenso acerca de que es indispensable la
participación del poder público en los sistemas de información y
difusión cultural, a partir de entender lo que las cuestiones
comunicacionales dicen respecto a los intereses colectivos. No pueden
limitarse a las voluntades particulares o a los cálculos corporativos,
pues incluyen múltiples puntos de vista existentes en la sociedad.
La
acción regulatoria del Estado debe velar por el equilibrio entre lo que
debe ser público y lo que debe ser privado, inclusive explicando a la
población que las empresas de radio y televisión no son las propietarias
de las frecuencias, sino que apenas son concesionarias de un servicio
público con plazos establecidos por la ley, pudiendo ser estos
renovados, o no.
Un
hecho alentador es la concreción de alguna de estas premisas en
políticas públicas de comunicación, incluyendo medidas para deshacer los
monopolios de las empresas de radiodifusión; apoyar medios alternativos
y comunitarios; incentivar la producción audiovisual independiente,
garantizar mayor ecuanimidad en los accesos al conocimiento de las
tecnologías y promover la generación y distribución de contenidos
regionales y locales sin fines comerciales.
La
Ley de Comunicación Audiovisual de la Argentina se proyecta como un
instrumento innovador de regulación, fiscalización, fomento y
diversificación de las actividades informativas y culturales. Los
cambios introducidos por la normativa tienen como supuesto el entender a
la comunicación como derecho humano y no como mero negocio. Los
principios antimonopólicos tienden a garantizar la pluralidad de voces y
la horizontalidad informativa, fijando un marco regulatorio completo
para la comunicación mediática, incluyendo la convergencia digital entre
la TV de cable, la telefonía y la Internet en un régimen que otorga
licencias en condiciones equitativas y no discriminatorias.
Son
varios los puntos de identificación entre la legislación argentina y
los anhelos de los organismos y movimientos sociales que reivindican una
comunicación democrática en América Latina. El primer ítem a destacar
es la metodología adoptada por la presidenta Cristina Kirchner para la
definición del anteproyecto de ley. Las consultas públicas a los
sectores representativos de la sociedad civil consagrando un proceso
democrático de diálogo, consulta y negociación ético-político entre los
actores involucrados. La propia Cristina presidió reuniones en la Casa
Rosada con empresarios, líderes sindicales y estudiantiles,
propietarios de empresas de comunicación, productores independientes,
rectores de universidades, directores y profesores de facultades de
comunicación, líderes de iglesia y de asociaciones de radios y
televisoras comunitarias; para presentar ideas y recibir sugerencias.
Sin contar el sinnúmero de debates sobre la Ley promovidos en todo el
país por la Coalición por una Radiodifusión Democrática (integrada por
sindicatos, asociaciones profesionales, universidades, emisoras
comunitarias y movimientos de derechos humanos).
Al
aceptar gran parte de los 21 Puntos defendidos por la Coalición, la Ley
de Servicios de Comunicación Audiovisual se tornó expresión de una
voluntad social más amplia que la exclusiva visión del gobierno que la
propuso y que después la sancionó. La incorporación de las propuestas
de la Coalición fue reconocida –a través de una carta a la presidenta Cristina Kirchner–
por entidades que actúan a favor de la democratización de la
comunicación en América Latina como lo son la Asociación Latinoamericana
de Educación Radiofónica (ALER); la Asociación para el Progreso de las
Comunicaciones (APC); la Organización Católica Latinoamericana y
Caribeña de Comunicación (OCLACC) y la Agencia Latinoamericana de
Información (ALAI). (1)
La
Ley de Medios recogió una reivindicación consensuada por la mayoría de
los países latinoamericanos, al definir, en condiciones equitativas,
tres tipos de prestadores de servicios de radiodifusión para la
concesión pública: de gestión estatal (medios públicos); de gestión
privada con fines de lucro y de gestión privada sin fines de lucro
(organizaciones no gubernamentales; entidades sociales y comunitarias;
sindicatos; fundaciones). Este punto es decisivo para revertir el
predominio del sector privado comercial en el sistema de medios, pues
establece equidad en términos de acceso, participación, prerrogativas y
representatividad entre las tres instancias mencionadas. La pertinencia
de esta y otras determinaciones de la ley fue reasaltada por la
Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC), que reúne a 3.000
asociados en 110 países (18 de ellos en América Latina y el Caribe):
Uno
de los notables aspectos es el establecimiento de diversas y efectivas
medidas para limitar e impedir la concentración indebida de medios.
Entre ellas, los límites a la cantidad de licencias que puede tener una
misma persona o empresa (a nivel nacional o en una misma área de
cobertura) y los límites a la propiedad cruzada de medios, en
consonancia con las mejores prácticas internacionales. Con el objetivo
de promover la diversidad de contenidos nacionales y locales, la nueva
legislación argentina recoge antecedentes de países europeos y también
americanos al incluir exigencias mínimas de producción nacional, local y
propia, bien como condiciones para la formación de redes de emisoras,
para limitar la centralización y la uniformización de la programación de
unos pocos grupos empresariales de capital federal en todo el país.
Otro aspecto a destacar es el reconocimiento expreso de tres sectores:
estatal, comercial y sin fines de lucro, garantizando la participación
de las entidades privadas sin fines de lucro, al reservar para ellas el
33% del espectro radioeléctrico. (2)
La
influencia inmediata de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
puede ser comprobada a partir de ver propuestas semejantes en los
proyectos de los gobiernos del Ecuador y del Uruguay. En ambos casos,
la revisión de la propia radiodifusión se inspira, de alguna manera, en
la legislación argentina, inclusive con la metodología de consultas a la
sociedad civil como para la formulación de los respectivos
anteproyectos.
El
Gobierno de Venezuela viene modificando los criterios y las prioridades
legales para la concesión de licencias de radio y televisión. El
objetivo es reequilibrar la radiodifusión entre los sectores estatal,
privado y social, tomando como base la ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual. El ex Ministro venezolano de Comunicación e Información,
Andrés Izarra, “... en la Argentina la legislación es más avanzada
que la de Venezuela: un tercio del espacio radioeléctrico va para las
comunidades organizadas, para las organizaciones no gubernamentales”. Y agrega:
La
Ley argentina da legitimidad al reclamo de uso del espacio
radioeléctrico por parte de los medios alternativos. Creo que eso va a
ser muy positivo para la Argentina, porque pone al país en sintonía con
estos tiempos. El espacio ya no es apenas de la oligarquía ni del sector
privado, se está democratizando. Es un factor común para todos nuestros
procesos. Aparecen nuevos actores que antes ni soñaban con estar en la
comunicación. (3)
Asimismo,
en Brasil, donde prácticamente nada fue hecho durante los ocho años del
Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y los dos iniciales de Dilma
Rouseff para modificar la anacrónica legislación de medios, la ley
argentina constituye una referencia indiscutible con vistas a cambios en
la radiodifusión. Eso puede ser constatado por la similaridad
observada en muchas propuestas aprobadas en la Conferencia Nacional de
Comunicación de 2009 y hasta hoy no efectivizadas por el gobierno
federal. En el manifiesto en defensa de la democratización de la
comunicación, divulgado el 2 de abril de 2011, entidades nacionales,
entre ellas la Central Única de Trabajadores, la Federación Nacional de
Periodistas, el Foro Nacional por la Democratización de la Comunicación,
el Movimiento Nacional de Derechos Humanos y AMARC-Brasil, mencionan
explícitamente la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual: “Sigamos
los ejemplos de experiencias victoriosas de movilización por la reforma
del sistema de medios en América del Sur, como ocurrió en la Argentina,
donde la sociedad organizada consiguió ser un actor decisivo en la
propuesta de reformar la legislación”.(4)
Por
lo expuesto, concluimos que la ley de comunicación audiovisual de la
Argentina es la prueba de la viabilidad de un marco regulatorio
avanzado: “tanto por el contenido democrático que expresa, como por el proceso de consulta popular que orientó su elaboración”,
como declaró el relator de la Comisión de Libertad de Opinión y
Expresión de la Organización de Naciones Unidas, Frank La Rue.(5) Además
de leyes que impidan prácticas monopólicas, la reconfiguración de los
sistemas de comunicación en América Latina depende de políticas públicas
consistentes, debatidas y formuladas en sintonía con las demandas de la
sociedad civil; tanto se trate de instrumentos legales como de la
determinación para llevar a la práctica las medidas de descentralización
de los medios. No basta con tener principios democráticos generales,
sino haber tomado la decisión institucional de hacer valer las normas,
regulaciones y los procedimientos que garantizan su aplicación.
En
ese sentido, es conveniente que los gobiernos de los países vecinos
avalen el trabajo que lleva adelante la Autoridad Federal de Servicios
de Comunicación Audiovisual, Organismo Público creado por la nueva
legislación argentina y con incumbencia para fiscalizar el cumplimiento
de sus deliberaciones y fomentar la producción cultural comunitaria e
independiente.
Finalmente,
la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual expone, de manera
paradigmática, las exigencias ineludibles de la voluntad política de los
gobernantes y del respaldo popular que se necesitan para llevar
adelante estos cambios, dado las sistemáticas campañas opositoras de los
medios y de las elites conservadoras. Las corporaciones resisten y
resistirán someterse a las restricciones legales que afectan privilegios
conquistados en décadas de complicidad con sucesivos gobiernos. Eso
explica las medidas cautelares que el grupo argentino Clarín para
intentar impedir la aplicación completa de la Ley de Medios. Lo que
hace suponer que será preciso empeñar cada vez más fuerza en las
batallas mediáticas, de forma de esclarecer a la opinión pública e
impedir que prosperen argumentos generalmente falsos sobre las
transformaciones realmente necesarias en el horizonte comunicacional.
Los
avances en la Argentina ponen de relieve el papel regulador y activo
que el Estado precisa desempeñar en la vida social, para lograr, dentro
de las reglas de la democracia, legislaciones antimonopólicas,
universalizar el acceso y la información e intentar detener la
avasalladora concentración de los medios. Para América Latina como un
todo, significa la oportunidad histórica de analizar y absorber
lecciones de la Ley de servicios de Comunicación Audiovisual, en la
búsqueda de legislaciones, que teniendo en cuenta las especificidades de
cada país, resguarden y estimulen la diversidad informativa y cultural,
a partir del reconocimiento de su esencia para poder profundizar la
democracia.
(Traducción de Mariana Baranchuk).
-
Denis de Moraes es doctor en Comunicación y Cultura por la Universidad
Federal de Río de Janeiro y profesor e investigador de la Universidad
Federal Fluminense, em Brasil. Autor, entre otros libros, de La cruzada de los medios en América Latina (Paidóis, 2011) y Mutacionos de lo visible: comunicación e procesos culturales en la era digital (Paidós, 2010). El presente texto es parte de su artículo “La mirada desde América Latina” publicado en el libro Ley 26.522: hacia un nuevo paradigma en comunicación audiovisual,
coordinado por Mariana Baranchuk y Javier Usé (Buenos Aires, Autoridad
Federal de Servicios de Comunicacióbn Audiovisual/Universidad Nacional
Lomas de Zamora, 2011).
NOTAS
(1) La carta enviada a Cristina Kirchner, el 23 de marzo de 2009, está disponible en: http://alainet.org/active/29629
(2) La nota da AMARC, divulgada el 13 de octubre de 2009, puede ser consultada en: http://www.mesadearticulacion.org/articulos/declaraciones/declaraciones-asociaciones/declaracion-de-amarc-alc-sobre-aprobacion-ley-de-medios-en-argentina
(3) Entrevista de Andrés Izarra a Mercedes López San Miguel “En Argentina la ley sobre los medios es más avanzada que en Venezuela”, 21 de noviembre de 2010, disponible en: http://www.alternativabolivariana.org/modules.php?name=News&file=print&sid=5603
(4) El manifiesto en favor de la democratización de la comunicación en el Brasil está disponible en:http://www.cut.org.br/acontece/20518/frente-parlamentar-pela-liberdade-de-expressao-e-o-direito-a-comunicacao-sera-lancada-dia-19
(5) Entrevista a Frank La Rue. Disponible en el site “Hablemos todos” http://www.argentina.ar/hablemostodos/
Fuente: Dênis de Moraes, en http://alainet.org/active/61175
Etiquetas: Argentina, Ley de Medios, Medios en Nuestra América
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