miércoles, 11 de septiembre de 2013

El cuarto poder en la Argentina

Es noticiaLa denominación “cuarto poder” se articula en relación a los tres poderes tradicionales en una democracia representativa, (el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial). Pero sabemos que, habitualmente, esos “poderes” suelen serlo formalmente y junto al cuarto poder son en general, funcionales a los poderes reales de las corporaciones financieras, bancarias, terratenientes, eclesiásticas o sindicales.

El engaño de cada día

Se conoce un famoso diálogo entre Borges y Sábato donde ambos comentan que resulta absurdo que se publiquen diarios cotidianamente, ya que los acontecimientos relevantes no ocurren todos los días.
La información ofrecida cada día provoca la necesidad de estar informado cada día. (Una de los modos en que la oferta crea la demanda, estrategia del capitalismo que se extiende a todos sus ámbitos).
Sintéticamente: lo que sucede cada día es lo que los diarios y sus repetidores dicen que sucede. Y aquello que los diarios dicen no es inocente ni neutral, afianzan la necesidad de orden y seguridad reiterando cotidianamente una visión ideológica, (engañosa), de la realidad social. Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, acentuó que la repetición incesante, (cotidiana) de la mentira logra instalarla como si fuera la verdad.
Orwell, desde una perspectiva totalmente contraria, experimentó, durante la Guerra Civil Española, esa forma eficaz de la difusión de la mentira, (los diarios extranjeros “informaban” sobre sucesos contrarios a los que realmente acontecían, de los que Orwell era testigo directo y afectado. Años después plasmo esa experiencia en su novela “1984”.
El escritor y periodista Karl Kraus tuvo una definición interesante de la gran prensa liberal antes de la primera guerra mundial: “El sometimiento de la humanidad a la economía sólo le ha dejado la libertad de la enemistad, y así como el progreso le afiló las armas, creó para ella la más mortífera de todas las armas, un arma que más allá de su necesidad sagrada le quitó incluso, la última preocupación respecto de su bienaventuranza terrenal: la prensa”.
(Observando la prensa liberal de su época, Kraus pudo vaticinar la 1º guerra mundial).

Orígenes históricos del engaño cotidiano

Destituida la religión como elemento concientizador y de control de masas debido a los desarrollos de la ciencia durante el siglo XIX, la burguesía debió buscar otros medios de “orden” o “cohesión social”. Y lo encontró en el periodismo aliado a sus intereses. Desde Karl Marx, el concepto de “ideología” designa la presentación de una realidad social parcializada, distorsionada o falsa.
La construcción mediática de la realidad social es, en el sentido señalado, claramente ideológica. Los medios de comunicación masiva constituyen aparatos ideológicos del Mercado, es decir, dispositivos que justifican y consolidan las injusticias generadas por las “leyes del Mercado”. Construyeron y refuerzan una personalidad individualista, consumista y presentan al mundo como un supermercado (Michel Houellebecq).
Ese periodismo, desarrollado y multiplicado por medios de comunicación posteriores, como la radio, la televisión o las redes sociales, ha ratificado su denominación como “cuarto poder” en tanto se ha manifestado efectivo en el ámbito político, contribuyendo al afianzamiento de dictaduras, al desenlace de guerras o al derrocamiento de gobiernos legitimados por el sufragio popular.
Señalo esto para mostrar que si bien los medios forman personas funcionales a la reproducción de la realidad social establecida, también podrían ser autocríticos y formar personas preparadas para la transformación de esa realidad.

Desarrollos del periodismo y los medios masivos en nuestro país

El periodismo integrado al desarrollo del capitalismo se ha multiplicado por medios de comunicación posteriores a la prensa originaria, como la radio, la televisión o las redes sociales y ha contribuido al afianzamiento de dictaduras, al desenlace de represiones de diversos grados y al derrocamiento de gobiernos legitimados por el sufragio popular.
Desde la prensa hasta Internet los medios de comunicación masiva han sido, de diversos modos, funcionales al poder económico y a su representación política. Así se pudo ver en nuestro país durante la Dictadura, tanto en su terrorismo de estado como en su continuación en la guerra por Malvinas. El libro de Blaustein, “Decíamos ayer”, documenta minuciosamente esa funcionalidad. Cuando la corresponsal de guerra Oriana Fallaci estuvo aquí, se negó a dar conferencias de prensa y les dijo a nuestros periodistas:
“Ustedes tuvieron aquí un genocidio. Algo tan atroz no es posible sin una prensa cómplice”.
La Dictadura, autodenominada “Proceso de reorganización nacional”, además de presentarse como la “reserva moral de Occidente” y expresiones por el estilo, dijo que tenía objetivos, pero no plazos. Desdichadamente no se equivocó. Sus consecuencias, llevadas casi a su consumación total, se produjeron durante los gobiernos de Menem, durante los cuales la prensa funcional a las políticas económicas y sociales del neoliberalismo, el monetarismo y el capital financiero creció vertiginosamente. La funcionalidad mediática justificó sin ruborizarse, la profundización “sin anestesia” de las políticas económicas mencionadas. En el primer plano estuvieron periodistas como Neustadt y Grondona, a la vez que se producía un vertiginoso hundimiento en la banalidad de la programación televisiva, (la “tinellización”), y también de los medios gráficos, radiales e informáticos.
Con gobiernos con intenciones democráticas, como el de Alfonsín, los medios pasaron de ser justificadores del régimen de facto a ser desestabilizadores del Estado de derecho. Basta repasar los días aciagos que vivió Alfonsìn que acosado por los medios, tuvo que terminar su mandato seis meses antes.

Algunos antecedentes históricos

La historia argentina ha podido, también, comprobar la señalada funcionalidad y el poder de los medios, en sucesivas interrupciones de gobiernos democráticos, desde Yrigoyen hasta Alfonsín. (En realidad, los gobiernos democráticos, surgidos del sufragio y legitimados por el mismo, han sido interrupciones para el desarrollo de la estructura oligárquica y neocolonial instalada por Roca y la “generación del ´80”).
Yrigoyen fue caricaturizado como un “topo” o “peludo” que ignoraba lo que ocurría. El diario Crítica anunció el 6 de septiembre de 1930: “El general Uriburu, al frente de las tropas de Mayo, viene hacia la ciudad a poner término al gobierno que nos avergüenza”.
Crítica se opuso a Yrigoyen y promovió el golpe de Estado encargado a Uriburu.
Gustavo González, editor de la sección policiales, recuerda; “En el despacho de Crítica se gestó la Revolución del ´30: allí se reunían todos los líderes políticos y militares que planeaban derrocar al gobierno democrático”.
Perón fue calificado de “tirano”. Eva Perón de “puta”. Y tras su muerte se escribió sobre algunas paredes esa frase nacida del odio y el resentimiento profundos de las damas caritativas (“ la gente culta y bien pensante”) : “Viva el cáncer”.
El periodismo masivo en nuestro país, construye imágenes destituyentes. La revista Primera Plana construyó una imagen del presidente Arturo Illia que sintetizaba los aspectos atribuidos gratuitamente a su persona, la imagen de una tortuga. Al mismo tiempo se construía otra imagen, también falaz, del general Onganía, mostrado como un fiel creyente y enérgico presidente. Ésta fue una imagen instituyente, contrapuesta a la destituyente referida al Dr. Illia (1).

Aspectos de la situación actual

Desde principios del siglo pasado, tras la Ley Sáenz Peña que habilitó el sufragio popular luego de décadas de fraude “patriótico”, derrocaron a Yrigoyen, a Perón, a Frondizi, a Illia, al tercer gobierno de Perón y, tras la última Dictadura, a Alfonsín. Ahora parecen ir por Cristina y el kirchnerismo.
Se está construyendo, desde hace tiempo, desde los medios masivos, una imagen destituyente de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La imagen comenzó siendo la de una mujer soberbia, sorda a las demandas de la “gente” o del “campo”, una “yegua” en el peor sentido del término. Luego esa imagen se desplazó a la de una loca, una mujer desequilibrada emocionalmente, (Nelson Castro), y la única responsable de que se produzca un “caos”, (Lanata). Ambas apreciaciones se complementan: una presidenta “loca” pone en riesgo la “gobernabilidad” del país y propicia el “caos”.
Cabe preguntarse a qué se llama la “locura” de la Presidenta y qué significa el “caos”.
Tal vez esa locura sea la de desafiar al verdadero poder establecido en nuestro país: el de los nuevos grupos económicos, el de los Bancos, el de los Sindicatos, el de la Sociedad Rural, el de la Iglesia y el del Cuarto poder: los Medios de Comunicación Masiva.

La locura

Desde los comienzos de la Modernidad, uno de los géneros propios de la misma, la novela, burlándose aparentemente del imaginario medieval, criticaba profundamente a la naciente burguesía. Un ejemplo paradigmático es el Quijote, de Cervantes. Un loco que arremete contra molinos de viento afirmando que son gigantes. Pero, como lo entendió don Miguel de Unamuno, los molinos no eran en realidad molinos sino gigantes. El anacrónico Caballero no se equivocaba.
Los medios de comunicación masiva, desde los diarios, la radio y la TV hasta las “redes sociales” de Internet, parecen molinos de viento, pero son en realidad gigantes que nos dominan a su antojo. Para ver esto y arremeter contra ellos hay que estar, saludablemente, loco, como Don Quijote. Y todas las resistencias al orden establecido por las diversas burguesías, en los diversos momentos de sus desarrollos, son, casi necesariamente, quijotescas.

La alternativa falaz entre el orden y el caos

En reiteradas ocasiones la mayoría de los integrantes de nuestros Parlamentos votó con ostensible apresuramiento leyes de emergencia y de reforma enviadas por el Ejecutivo del momento. Un único argumento, cuyo insuficiente peso se pretendía aumentar mediante la técnica del disco rayado, se ponía en juego en esas ocasiones. Su formulación puede reducirse al planteo, ya bien familiar, de la disyuntiva entre “es esto o el caos”.
No se puede soslayar el ingenio certero de la frase del periodista del Financial Times que señaló que Duhalde era alguien capaz de convertir una calamidad en algo peor. “Es esto o la guerra civil” había dicho el entonces presidente provisorio, introduciendo por lo menos una imagen menos difusa que la del abismo.
Durante el gobierno de Duhalde se esgrimió una contundente alternativa. La disyunción era:
“Es este gobierno o la anarquía”. Esa alternativa, bajo su forma disyuntiva, era, sometida a un básico examen, profundamente falaz. Encubría ideológicamente un estado de cosas diferente del planteado. Una de las alternativas ya existía. Como lo señaló Artemio López, “la anarquía” era, precisamente, lo que estaba sucediendo. Se trataba de una falacia similar a la que, durante el gobierno de De la Rúa, se formulaba diciendo que se hacía tal cosa o venía el “default”, cuando el “default” ya había acontecido. La connotación del término “anarquía”, en la formulación gubernamental, se vinculaba con “el mal”. Pero la denominación del estado de cosas como “anarquía” no implicaba necesariamente ese vínculo. Corresponde aclarar qué se decía con “anarquía” y para quién esa anarquía era “mala”. La respuesta de Duhalde sería inmediata: para el país. Pero “anarquía”, en su sentido amplio y antiguo de “no gobierno” o “sin gobierno” o, también, aunque no es lo mismo, “desgobierno”, se vincula con lo que en el espantoso vocabulario político actual se denomina “gobernabilidad”. Era, entonces, la ausencia de “gobernabilidad”.
La cuestión, entonces, era una cuestión de poder. Quién manda realmente, es quien decide las políticas a seguir, y quién se somete, es quién acepta esas políticas, quién obedece. Cuando se da el caso de que el que manda no es obedecido.
Cuando no se cumplen todas las órdenes, requerimientos, condiciones o demandas, cuando los gobiernos de un país no han logrado cumplir enteramente con las condiciones o requerimientos que el poder de EEUU, a través del FMI, ha trazado para cada gobierno nacional, el estado de cosas es, entonces, “anárquico”.

La forma actual de la alternativa

Actualmente la alternativa se invierte: “O cambiamos de gobierno, (y de “modelo”), en una “transición tranquila”, o nos hundimos en el caos”. Lo cual, según Lanata, es responsabilidad de la actual presidenta. Y sólo de ella.
La historia vuelve a repetirse, sólo que de manera inversa. El “caos”, en realidad, para las corporaciones y grupos económicos, ya existe. Es este gobierno, que pretende volver a los gobiernos peronistas “con Perón”, a los ´70 de montoneros”, a Keines. Y de este modo obstruye el desarrollo neoliberal.

Corolario

La continua y creciente ofensiva del poder establecido desde los tiempos de Roca, que derribó, de modo cada vez más cruel y sangriento, a los gobiernos legitimados por el sufragio, no está quieta. Las conquistas económicas, sociales y políticas de los primeros gobiernos de Perón fueron aniquiladas por la llamada “Revolución libertadora”.
Las re-conquistas, (renovadas), económicas, sociales y políticas del proyecto kirchnerista, corren un riesgo similar, amenazadas ya no por las fuerzas armadas, sino por las corporaciones y grupos económicos y financieros, a través de los medios de comunicación masiva, funcionales a los mismos, formando así un poderoso monopolio
Pero así como hay medios de comunicación funcionales a tales grupos y corporaciones, puede haberlos no funcionales y críticos del mismo.
Existen intentos mediáticos resistentes a las corporaciones y a su poderosa dimensión económica, (medios monopolizados y directamente vinculados con acciones desestabilizadoras y des-constituyentes). De hecho ya existen, desde hace tiempo, movimientos cooperativos o comunitarios, que lo están llevando adelante esta resistencia. La continua y regular difusión de diarios barriales, como la radio “La Colifata”, revistas como “Hecho en Buenos Aires” o “La garganta poderosa” y diversas publicaciones marginales, (o “underground”), son algunos ejemplos. La plena implementación de Ley de Medios puede contribuir de modo relevante a esa resistencia.

Por Pablo Erramouspe
Filósofo, Profesor Universitario. Ensayista. Especialista en Sistemas de Educación

Notas: (1) Primera Plana ayudó a derrocar al presidente Arturo Illia -lo difamó al presentarlo como un inoperante- y facilitó la llegada de Onganía en 1966.

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