Los medios de comunicación tuvieron su protagonismo en la "Masacre de Avellaneda"

(Télam) La masacre de Avellaneda, tal como se conoce a los hechos de represión
ejercidos en la manifestación del 26 de junio de 2002 donde murieron
Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, marcó un momento clave en la historia
social y política del país y los medios de comunicación también fueron
protagonistas.
El hecho se reflejó en diarios e informativos, sin embargo los medios
participaron de un proceso más extenso, previo y posterior a la masacre, que
los deja en un lugar de análisis fundamental para comprender el contexto en el
que se enmarcó el doble asesinato.
La tapa de Clarín con el título “La crisis causó dos muertes” publicada
el día después de la manifestación es apenas un puntapié que genera una serie
de preguntas: ¿Los medios reflejaron lo que ocurrió?; ¿Desde dónde y con qué
fin lo cubrieron?; ¿Legitimaron el discurso oficial que cayó por su peso con el
trascurso de los días?.
El contexto en el que se dio la manifestación ese día en el Puente
Pueyrredón era particular. Era un momento de unificación de los movimientos
sociales y eso atraía la atención del gobierno y de los medios de comunicación
como Clarín, La Nación, BAE, Ámbito Financiero, la señal de cable Todo Noticias,
América o Crónica que pusieron su atención en la marcha alertando sobre “la
peligrosidad de los manifestantes”.
El propio presidente Eduardo Duhalde y sus funcionarios insistían con la
“posible acción subversiva” y la “violencia piquetera que había escalado” y
mencionaban que los piqueteros venían armados potenciando la idea de una
“protesta peligrosa para la sociedad”.
Los medios, entonces, tomaron esa línea en consonancia con la del
gobierno, basada en el peligro de la protesta legitimando un pedido de “control
y orden” y en ese sentido, fueron las crónicas, editoriales e informes de aquel
entonces.
Bajo “La crisis causó dos muertes”, Clarín tituló el periódico
responsabilizando de la muerte de Kosteki y Santillán al factor crisis,
abriendo una polémica instalada hasta estos días.
La volanta sostenía: “Aún no se sabe quién le disparó a los piqueteros”
y a excepción de una nota del entonces jefe de fotografía del diario, Diego
Goldberg, el matutino nunca dio explicaciones a sus lectores. Sólo algunos de
sus editores dieron entrevistas radiales o en documentales.
La Nación, por su parte, editó como título principal “Dos muertos al
enfrentarse piqueteros con la policía” y en el texto de tapa incluyó que “el
jefe del operativo de seguridad en el puente, comisario Alfredo Franchiotti,
aseguró que sus fuerzas no portaban proyectiles de plomo y acusó a los
piqueteros de disparar con armas de fuego”.
El Cronista tampoco señaló la posible responsabilidad policial en los
hechos. Su título fue: “Un grupo de piqueteros se desprendió de la movilización
central e intentó cortar el puente Pueyrredón y se enfrentó a la policía, que
reaccionó con balas de goma y gases lacrimógenos”. Luego dijo que los muertos
presentaban heridas de balas de plomo. La lectura que el diario impulsó era la
misma del resto: los piqueteros se enfrentaron entre ellos con armas de
fuego.
Ámbito Financiero puso como título de tapa “Violencia en piquetes: 2
muertos y 90 heridos” y en su bajada: “Enmascarados y portando palos, gomeras
y, según la Policía, con armas de fuego y coordinados por radios
interconectadas, los manifestantes se enfrentaron con fuerzas policiales y de
la Prefectura con el resultado de dos muertos con proyectiles de plomo”.
El más duro fue el diario BAE, en aquella época en manos de Daniel
Hadad, que editó como bajada de tapa: “Gravísimos hechos de violencia
provocaron agitadores de izquierda. Intentaron cortar el Puente Pueyrredón y a
su paso amenazaron a vecinos, rompieron comercios, autos e incendiaron un
colectivo. Tuvieron un duro choque con la Policía, a la que emboscaron. La
provocación partió de grupos trotskistas y guevaristas que estaban organizados
y armados”.
Página/12 fue el único que no tomó la versión oficial que rezaba que los
piqueteros se habían matado entre ellos.
Así lo reflejaron los títulos de notas distintas de La Nación,
“Golpearon a un jefe policial en un hospital” y “El puente Pueyrredón fue un
amasijo de palos, piedras y balas”.
Esta versión abruptamente da un giro al aparecer una serie de fotos que
demostraban que los disparos responsables de las muertes de los dos jóvenes
provenían del arma de agentes de la policía. Ahí se produce un pasaje y la
violencia, que hasta entonces estaba en manos de los piqueteros, pasa a ser
violencia policial.
Las fotos y el giro de la masacre para
los medios
Dos días después del asesinato, los diarios publicaron una secuencia de
fotos en las que se ve la ejecución a Santillán y Kosteki.
Dos de los reporteros que ese día estaban cubriendo la manifestación,
Pepe Mateos -de Clarín- y Sergio Kowalewski -fotógrafo independiente- fueron
decisivos a la hora de las pruebas. Las 240 imágenes que registró Mateos y las
fotos que tomó Kowalewski, fueron incorporadas a la causa y, finalmente, fueron
pruebas irrefutables para demostrar el accionar criminal de los policías y todo
lo dicho previamente perdió sentido.
Para los investigadores, el cambio de versiones sobre el mismo hecho no
sólo tiene que ver con las fotos, que ningún medio pudo ocultar a dos días de
la masacre, sino con que la sociedad no creía en la versión anterior.
Aunque la figura era conocida, la sociedad no recepcionó ese discurso y
los medios giraron abruptamente el foco de peligro y de ser el piquterismo pasó
a ser la represión policial.
Entre esos elementos aparecen los sentidos, las resignificaciones y para
el resto de las áreas; el objeto de cada medio, entre lo que no escapa el fin
económico, el interés político y el mantener la credibilidad.
Pero lo que es innegable al referirnos a los asesinatos del Puente
Pueyrredón es que los medios formaron parte de un pasaje discursivo donde los
piqueteros en cuestión de días pasaron de ser los violentos a las víctimas y
donde el discurso oficial, tomado por un tiempo determinado, termina cayendo
ante la publicación de unas fotos que no hubieran tenido repercusión sino fuera
por una sociedad que estaba atenta al contexto político social en que se
encontraba.
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