miércoles, 5 de septiembre de 2012

Sobre la libertad de escribir


Marta Riskin reflexiona sobre el ejercicio de la libertad de decir y escribir en el marco de la democracia, las posibilidades y los desafíos que ello impone y también los ataques que los centros de poder ensayan frente a esta realidad.
 “Tiempos de rara felicidad, aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo”, dijo alguna vez Cornelio Tácito y Mariano Moreno lo hizo lema, desde el primer número de La Gazeta de Buenos Ayres, el 7 de junio de 1810.
La diferencia entre los comunicadores que disfrutan del vínculo entre felicidad y libertad y aquellos que la lamentan no es meramente intelectual. Los mensajes de inseguridad y miedo, inculcados por los medios en el medio del corazón del hombre y la mujer medios, no fueron sólo un recurso de venta y cría de consumidores, sino una eficiente y terrible herramienta de disciplinamiento y control social que logró imponer, durante mucho tiempo, el estremecimiento de las vísceras por sobre la acción de las neuronas.
Entre estafadores y estafados, algunos comunicadores y sus audiencias continuaron sosteniendo consignas automáticas e instrucciones añejas sin advertir las contradicciones más evidentes. Incapacitados para celebrar la distribución de la palabra e incluso para verificar sus propias percepciones, las fuertes ataduras a juicios y prejuicios ni siquiera permiten el registro que, desde hace años, cualquiera puede, no sólo sentir lo que desea y decir lo que siente, sino escribir, opinar y hasta insultar a los gritos con total libertad.
También están quienes consideran que el oficio de la palabra los faculta para eludir toda responsabilidad frente a la audiencia, aquellos que la resuelven con una declaración impositiva y los expertos que dictan cátedra y recitan desde la Etica de Nicómaco a la de Badiou, mientras añoran las agendas monocordes de monopolio.
Hay seres humanos para quienes la libertad de los otros, simplemente, no existe.

* El título de la nota es de La Gazeta de Buenos Ayres, 21 de junio de 1810.

FUENTE: www.pagina12.com.ar

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