El gran escéptico contra el modelo intelectual de Internet
Evgeny Morozov
no es la persona más simpática del mundo. No lo es en las distancias
cortas, donde su tono seco y brusco y su tendencia a no mirarte a los
ojos parece dejar claro que preferiría estar haciendo mil otras cosas
antes que charlar contigo, y no lo es por vía escrita. La gran mayoría de sus 'tuits'
parecen tener el objetivo de reírse de alguien o humillarlo
públicamente, y los extensos artículos que publica con frecuencia en
grandes medios de la prensa internacional (del New York Times a Le Monde
Diplomatique o Slate) suelen ser variaciones del mismo argumento: hay
alguien en Silicon Valley o en algún otro rincón del mundo tecnológico
cuyas ideas son ridículas, cuando no directamente peligrosas.
Pero hasta sus oponentes más acérrimos, como el pensador de las redes sociales Clay Shirky,
no ponen en duda su brillantez intelectual y estarían dispuestos a
reconocer que de alguna manera, Evgeny Morozov es necesario. Con sólo
veintiocho años de edad, este bielorruso se ha convertido en una voz
esencial en la discusión sobre el papel político de Internet y sus
capacidades para ejercer transformaciones positivas y duraderas sobre la
sociedad. En un momento en que la visión progresista y políticamente
correcta de la Red es que sus efectos son universalmente beneficiosos y
que no hay industria o gobierno que no sea capaz de mejorar, Morozov ha
asumido el papel ingrato y aguafiestas de recordarnos que ni las cosas
son tan simples, ni hay que creerse todo lo que dicen los gurús.
Evgeny llegó a España la semana pasada para ofrecer dos conferencias en
Madrid y Barcelona en un momento de transición personal. Hace más de dos
años de la publicación de El Desengaño de Internet,
el texto que le situó en el debate de ideas sobre la Red, y todavía
faltan algunos meses para que llegue su nuevo título, por lo que la
conversación se hace complicada. Está aburrido de hablar de aquello que
le ha hecho más célebre, y su charla en el Círculo de Bellas Artes dentro del ciclo Ciberrealismo es la primera ocasión en que desgrana en público las ideas que contiene To Save Everything, click Here.
Su próximo título es un alegato contra el "solucionismo tecnológico",
la tendencia a pensar que no existe un problema que no tenga solución si
desarrollamos una tecnología lo suficientemente innovadora para
resolverlo.
La tesis de El Desengaño de Internet es a estas
alturas bien conocida: frente a las visiones utópicas que plantean que
Internet es una tecnología inherentemente democratizadora capaz de
desencadenar revoluciones y que el ciberactivismo es la más efectiva
forma de acción política hoy, Morozov plantea que la Red es también el
mejor amigo de las dictaduras totalitarias, capaces de controlar la vida
de sus ciudadanos y monitorizar su actividad diaria en un grado de
detalle que no era posible hasta ahora. Igualmente las grandes
corporaciones tecnológicas, que frecuentemente se presentan a sí mismas
como garantes de la libertad de expresión, no tienen problemas en
colaborar con estas dictaduras si sus intereses comerciales lo
justifican. Y en cualquier caso Internet no puede ser ninguna panacea
cuando la autoridad controla su infraestructura y puede limitar el
acceso de su población a ésta, como hemos visto muy recientemente en Siria.
El peligro del Ciberutopianismo para Morozov reside en que tanto
gobiernos democráticos como activistas hayan asumido de manera acrítica
ese relato liberador de la Red. Por un lado, fomenta un
"internetcentrismo" que acaba situando a la Red y sus modos de hacer
como modelo universal, como medida de todas las cosas.
"Internet
es una fuente de comparaciones y de metáforas que suelen ser erróneas y
que no juzgamos de manera suficientemente crítica. Tendemos a celebrar el éxito de Wikipedia
sin necesariamente comprender cómo funciona en realidad, rindiéndonos a
los relatos míticos de su creación. Y no es que de repente los
impulsores de Wikipedia activaran un software que cualquiera podría
utilizar y mágicamente aparecieron los resultados. Hizo falta mucho
trabajo organizativo, mucho esfuerzo para desarrollar las normas
adecuadas para que funcionase, y probablemente resultaría imposible
recrear ese éxito en el contexto de otros proyectos".
Entre los
discursos que Morozov denuncia en su nuevo libro está la noción en auge
de tecnologías inteligentes o smart, que prometen solucionar, por
ejemplo, el caos de la gestión urbana a través de sensores y redes de
transmisión de datos que convertirán automáticamente a nuestras ciudades
en eficientes. Junto a otros conceptos supuestamente revolucionarias
como la gamification, la introducción de las mecánicas de un juego en el
ámbito de la empresa, o la autocuantifiación -el registro metódico de
nuestros hábitos para conocernos mejor a través de nuestros propios
datos- estas ideas son producto de una ideología que parece sugerir que
no hay problema que no se resuelva con una app; que la capacidad de los
emprendedores y las startups para mejorar cualquier aspecto del mundo no
tiene fronteras.
Morozov es crítico hasta el borde del insulto
con el pequeño núcleo de gurús y analistas de la tecnología que producen
e inflan estos discursos. A finales del año pasado escribió una larguísima demolición de la popular conferencia TED
y su modelo intelectual, y publica regularmente críticas rara vez
positivas de las últimas novedades editoriales que celebran la capacidad
de innovación sin límite que emana de la Red. "El problema está en un
determinado círculo de pensadores que se protegen entre sí y nunca se
critican mutuamente. Y también en la bajísima exigencia intelectual de
este medio; parece que en el análisis de Internet se permiten
afirmaciones que no se consentirían en ninguna otra disciplina".
"Esa cosa que llamamos Internet no existe"
Morozov detesta que le tilden de ludita enemigo de la tecnología. Le
parece una caracterización fácil que no se corresponde ni con su actitud
personal ni con su posición intelectual. Mientras otros conocidos
críticos del ideario de Silicon Valley como Nick Carr o Andrew Keen
parten de posiciones nostálgicas cuando no reaccionarias, el proyecto
del pensador bielorruso tiene más que ver con cuestionar y poner en
solfa muchas de las verdades que damos por universalmente reconocidas
sobre la naturaleza de la Red.
Para Morozov Internet más que una
tecnología es un mito, con unos orígenes históricos e políticos muy
determinados, y mientras no seamos conscientes de ellos estaremos
encerrados en un paradigma erróneo.
"Sobre la infraestructura física de la Red, los cables y los routers, hemos construido una criatura mítica a la que hemos dotado de ciertas cualidades. Algunas de ellas reflejan ciertas ideas sobre la modernidad, el fin de la guerra fría, el fin de la historia, y también con nuestra fascinación por ciertos proyectos de éxito en Internet como Wikipedia o el Software de Código Abierto. Por supuesto ignoramos el número mucho mayor de proyectos que fallaron y que no han afectado a nuestro mito sobre Internet".
"Sobre la infraestructura física de la Red, los cables y los routers, hemos construido una criatura mítica a la que hemos dotado de ciertas cualidades. Algunas de ellas reflejan ciertas ideas sobre la modernidad, el fin de la guerra fría, el fin de la historia, y también con nuestra fascinación por ciertos proyectos de éxito en Internet como Wikipedia o el Software de Código Abierto. Por supuesto ignoramos el número mucho mayor de proyectos que fallaron y que no han afectado a nuestro mito sobre Internet".
¿Necesitamos otra manera de entender este conjunto disperso de
tecnologías distintas que hemos agrupado bajo la etiqueta la Red? "Sería
bueno forjar otro concepto que no estuviese enraizado en relatos
míticos como el ciberespacio, la digitalización, o la idea de que hay
una realidad online y otra offline. Todas esas ideas son productos de la
historia, no verdades ontológicas sobre cómo funciona el mundo. Y es
horrible, porque nos llevan a discusiones bizarras como si estar conectado es malo para el cerebro y estar desconectados es bueno.
Si mañana decidiésemos dejar de pensar que existen estas categorías de
online frente a offline todo seguiría igual, el mundo no se pararía".
Sin embargo, hasta este escéptico sin límite tiene que acabar aceptando
que están cambiando cosas sobre nuestra visión de Internet,
probablemente para mejor. Las más recientes visiones utópicas de
Internet, como la idea de La Nube, están dejando paso a una comprensión
más literal y materialista de qué es la Red en realidad. La publicación
este año de las fotos de los Data Centers de Google,
que mostraban por primera vez en público cómo son las instalaciones que
mantienen nuestros servicios digitales en funcionamiento, suponen un
modesto hito. "El interés actual por la infraestructura de la Red es
buena noticia, lo que pasa es que mucha de esa infraestructura es
invisible, porque está hecha de código. Puedes ver fotos de los Data
Centers de Google pero no de sus algoritmos, o de su código. Pero es
sano que nos estemos alejando de la retórica de la nube y nos acerquemos
a visiones más rigurosas de cómo todos esos cables están conectados."
Etiquetas: Internet, Nuevas Tecnologías, Opinión
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