Comunicación política en contextos neoliberales. Discursos que anticipan el estallido.
“La ideología neoliberal colma de tranquilidad a los más pudientes”
(Jean Ziegler)
Más
allá de sus implicaciones sociales, políticas y económicas, la
implementación del neoliberalismo tiene también connotaciones en el
ámbito de la comunicación. Analizando algunas experiencias históricas
del modelo, ¿cómo se configuran los discursos de los representantes
públicos antes, durante y después de la puesta en marcha de estas
políticas?
Desde
finales de los años 70 distintos Gobiernos de democracias occidentales
iniciaron la aventura neoliberal, tanto en países centrales como
periféricos. La puesta en marcha del recetario (un paquete simple y
homogéneo de medidas que no necesita adaptarse a los diferentes
contextos a los que se aplicaba) supuso en todos los casos importantes
esfuerzos de comunicación.
Un análisis de la comunicación política en contextos de neoliberalismo podría comenzarse unos años antes, en las dictaduras de Augusto Pinochet en Chile (1973) o la Junta Militar
en Argentina (1976). No obstante, a estos gobiernos cívico-militares no
les fue necesario utilizar el arte de la persuasión política para
aplicar o justificar las medidas neoliberales: la sistematización de
asesinatos, persecuciones, secuestros, torturas y demás formas de
terrorismo de Estado impedían toda crítica a sus programas y hacían vano
el uso de cualquier argumento.
Por lo tanto, se tomarán como punto de partida los Gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan
a finales de los 70 y la década de los 80 en Inglaterra y Estados
Unidos, continuando en algunos países de América Latina durante los años
90 y principios de 2000, y finalizando en la actualidad en el sur de
Europa.
A
partir del ensamblaje de algunas piezas clave de los discursos de los
principales responsables políticos en estos distintos momentos
históricos, se puede ilustrar cómo se modula y articula el discurso del
poder en contextos neoliberales. Un esquema discursivo coherente,
integrado por un puñado de ideas repetidas hasta el hartazgo. Relatos
que, por su reiteración y simplificación, pueden alcanzar un fuerte
grado de interiorización social, incorporándose al “sentido común”.
Medidas que no se anuncian: en campaña nadie es neoliberal
Dado
que no existe un partido que públicamente asuma una ideología
neoliberal (y seguramente nunca vaya a haber un “partido neoliberal”
como tal), este modelo llegó a las democracias occidentales de la mano
de partidos políticos de los más diversos colores ideológicos. Partidos
de tradición conservadora o socialdemócrata, formaciones de nueva
creación, espacios históricamente vinculados al movimiento obrero y
sindical o bien coaliciones de partidos [1].
Teniendo
en cuenta que las recetas neoliberales han afectado y afectan
necesariamente de forma negativa a amplias mayorías sociales, resultan
impopulares. Un asunto que no pasa desapercibido para los expertos en
marketing político y propaganda. ¿Quién sería capaz de incluir en su
programa electoral medidas que van a perjudicar a la mayoría de la
población?
En
todos los casos, estos partidos llegaron al poder con los países en
situación de crisis financiera, desempleo, deuda pública o inflación
elevados, y por ende con un grado de descontento social. Las promesas
electorales durante las campañas se centraron en ofrecer soluciones a
estos escenarios, omitiendo la concreción de cómo se llegaría a éstas [2].
Ninguno de los entonces candidatos habló de recortes de inversión
pública, de abandono de la tutela social del Estado, de privatizaciones
de bienes y servicios públicos, de reducción de puestos de trabajo y
achicamiento del Estado o de mercantilización de derechos sociales.
De esta forma, con propuestas abstractas, una fuerte inversión publicitaria y valiéndose de los errores de sus predecesores, Thatcher, Reagan, Menem, Fujimori, Sánchez de Lozada, Rajoy o Samarás,
entre otros, se alzaron con el poder del Estado. Recién en ese momento,
las buenas intenciones y la abstracción de los programas dieron paso a
la aplicación del recetario neoliberal.
Empezando a mostrar las cartas: “no hay alternativa”
Fue Margaret Thatcher quién inmortalizara en 1979 la frase “no hay alternativa”,
en relación a que el neoliberalismo era la única opción posible, dadas
las circunstancias sociales y económicas por las que atravesaba Gran
Bretaña en ese momento. Una frase tantas veces repetida por la Dama de
Hierro que desde entonces comenzó a utilizarse como sigla, TINA (“There Is No Alternative”).
En
el inicio de la puesta en marcha de un programa neoliberal, esta
consigna es una de las claves en la comunicación política. El presidente
del Gobierno español decía en 2012 que "el Gobierno ha tenido que hacer
cosas que no le gusta hacer para salir de la grave situación en la que
se encuentra". Dicho de otra forma, “ya nos gustaría poder hacer otra
cosa, pero con la herencia que hemos recibido, no tenemos otra
alternativa que hacer esto”.
El
argumento que justifica el ajuste estructural del Estado es la
necesidad de reducción del déficit público, ocultando la fuerte
transferencia de riqueza desde el sector público hacia el privado
concentrado. Siguiendo con el mandatario español, “corregir el déficit
es una obligación y algo imprescindible para España”, o "recortar (...)
es imprescindible porque en este momento no hay dinero para atender a
los servicios públicos".
En este punto, y para apoyar esta idea, suelen usarse sobre-simplificadas explicaciones del funcionamiento económico. Margaret Thatcher
aclaraba décadas atrás “esta verdad fundamental: el Estado no tiene más
dinero que el dinero que las personas ganan por sí mismas y para sí
mismas. Si el Estado quiere gastar más dinero, sólo puede hacerlo
endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto pensar
que alguien lo pagará. Ese «alguien» eres «tú». No hay «dinero
público», sólo hay «dinero de los contribuyentes»”.
Otros ejemplos de lo mismo: un referente del neoliberalismo en Argentina, Domingo Cavallo [3],
mientras anunciaba como Ministro de Economía en 2001 el enésimo ajuste
del gasto público, afirmaba que “hay que ir a déficit cero y dejar de
vivir de prestado”. También Rajoy arrojaba luz sobre esta cuestión en 2012 asegurando que “lo que no se puede gastar es lo que un país no tiene”.
Como
puede verse, resulta curioso que la comunicación de la economía
neoliberal, según sea conveniente, puede apoyarse en modelos
inteligibles sólo para un selecto grupo de “expertos” (ocultación) o,
por el contrario, puede ser tan simplista como las afirmaciones
anteriores (reduccionismo). “La teoría económica convencional acostumbra
a practicar, no se sabe muy bien si a partes iguales, la ocultación y
el reduccionismo desvirtuando el carácter y la percepción de la
economía” (Martínez González-Tablas & Álvarez Cantalapiedra, 2013).
Además
de querer minimizar la pérdida inexorable de apoyo popular, la idea de
la inexistencia de alternativas al neoliberalismo también tiene como
trasfondo un intento de des-ideologizar el modelo, queriendo instalarlo
en la opinión pública como si fuera una cuestión referente a las
ciencias puras. “No nos gusta lo que estamos haciendo (no elegimos, no
es ideología), pero no tenemos opción (es una decisión científica)”.
Además
de su inevitabilidad y su carácter científico, existen otras cartas de
presentación del modelo. La primera, como una “modernización” de las
instituciones democráticas y el aparato productivo. Cavallo afirmaba
que “vivimos una época de modernización de todo el aparato productivo
después de que Argentina había quedado rezagada en todos los sectores”.
La segunda, que existe una suerte de consenso global sobre la adopción
de este tipo de medidas. “Hay que recuperar la confianza de los
mercados” o “hay que estar insertado en el mundo” son frases utilizadas
repetidas veces por la primera línea del Partido Popular español.
Ya
puesto en marcha el recetario neoliberal, parte de la sociedad, el
periodismo y la oposición parlamentaria exige a los Gobiernos
explicaciones por la incoherencia entre las propuestas plasmadas durante
la campaña electoral y las medidas de política real que se implementan.
En este punto, se pueden ver dos estilos diferenciados de un particular mea culpa. Uno más pragmático: Mariano Rajoy
afirmaba en 2013 que “quién me ha impedido cumplir mi programa es la
realidad” o “dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo (…) han
cambiado las circunstancias y tengo que adaptarme a ellas”. Otro
estilo, impunemente “sincericida”: el ex presidente Carlos Menen
declaraba meses después de comenzar su andadura neoliberal en la
Argentina que “si yo hubiera dicho lo que iba a hacer, nadie me hubiera
votado”.
Primeros impactos: “Estamos mal, pero vamos bien”
Cuando
los impactos de las medidas neoliberales, en lugar de atenuar la
situación de dificultad e insatisfacción que sufrían distintos sectores
sociales antes de su puesta en marcha, evidencian un rápido
empeoramiento de sus condiciones de vida, un retroceso de sus derechos
sociales y un aumento del descontento social, la retórica de los
representantes políticos y portavoces del poder debe dar un nuevo giro.
Cuando las cosas empeoran para la mayoría, se intenta transmitir el hallazgo de “brotes verdes”, de una ilusoria “luz al final del túnel”.
La idea es que los “sacrificios” que viene haciendo el grueso de la
ciudadanía bajo el yugo del libre mercado y sin tutela del Estado están
empezando a dar sus frutos. Aunque éstos todavía no sean visibles para
los sacrificados por el modelo.
En un discurso en 1996, Menem sentenciaba que "estamos mal, pero vamos bien". En la misma dirección, Rajoy
afirmaba en 2013 que “aún no podemos decir que España va bien, pero va
mejor y el rumbo marcado es el correcto”. Este intento por vender esperanza e ilusión a sus votantes tiene como fin seguir pidiéndoles “sacrificios”.
Otra
línea argumental consiste en incidir en que las decisiones que adopta
el Gobierno son responsabilidad de otros actores o circunstancias.
Principalmente, los resultados de las políticas de sus predecesores:
afirmaba Mariano Rajoy, con el país plagado de protestas y movilizaciones como consecuencia de las medidas de su Gobierno, que "el PSOE carga con una culpa histórica. Hay que decirlo alto y claro". Thatcher decía que “curar la enfermedad de Gran Bretaña con el socialismo es como intentar curar la leucemia con sanguijuelas”. Y Menem, incluso hasta el último año de su década de mandato, no desistía en señalar “la pesada herencia” dejada por su antecesor.
La culpa de la política y de lo público
El debilitamiento y la denostación de la política y lo público son condiciones sine qua non para la implementación del modelo neoliberal.
Desacreditar
a la política como un instrumento de transformación a disposición de
las mayorías promueve la desafección y, de esta manera, facilita que
ésta pase a ser de dominio del poder económico concentrado. Ronald
Reagan dejaba a las claras su visión sobre la política. "Se supone que
la política es la segunda profesión más antigua de la Tierra. He llegado
a la conclusión de que guarda una gran semejanza con la primera".
Igualmente prostituido debe quedar lo público. Un ex ministro menemista, Roberto José Dromi,
en referencia a las políticas de privatizaciones del Gobierno,
afirmaba: “nada de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del
Estado”. No es un dato menor que Dromi en ese momento fuera Ministro de Obras y Servicios Públicos del Estado nacional argentino.
Si la política y lo público son partes del problema, las soluciones deben pasar por lo individual. En palabras de Margaret Thatcher
“Están situando el problema en la sociedad. Y «la sociedad» no existe.
Hay hombre y mujeres individuales, y también hay familias. Ningún
gobierno puede hacer nada excepto a través de cada persona, y las
personas necesitan mirar por sí mismas en primer lugar. Es nuestra
obligación mirar por nosotros mismos, y después por nuestro vecino”.
Discursos que anticipan el estallido
Cambian
los momentos históricos, los contextos mundiales, los territorios y los
Estados-nación, las condiciones materiales de subsistencia de los
pueblos, los nombres o las tendencias ideológicas de los partidos
políticos. Pero en los casos analizados hay al menos tres cosas que no
se alteran: las recetas en política económica, sus impactos sociales y
los conceptos subyacentes al discurso de quienes, desde las
instituciones políticas, deben implementarlas y legitimarlas.
Discursos
que niegan lo que van a hacer, lo que hacen, y también las
consecuencias de lo que hacen. Discursos que buscan responsables fuera,
desacreditan a la política, injurian lo público y tiñen decisiones
ideológicas de científicas. ¿Lo hacen por pragmatismo de realpolitik o por vergüenza ideológica?
Más
allá de las palabras, parece evidente que los gobiernos neoliberales
hacen lo que quieren hacer y saben lo que ello implica. Quieren instalar
un nuevo “contrato social” que busque la legitimación de otro régimen
de propiedad, con clases dominantes mucho más dominantes, un
desmantelamiento y privatización del Estado, y la primacía de la
competencia y la lógica mercantil en una sociedad individualista,
insolidaria y descohesionada.
Dado
que este sistema político y económico profundiza la desigualdad y la
injusticia social, empobrece y expulsa a grandes mayorías, estos
gobernantes, condenados a recoger el apoyo popular, necesitan un
relato fuerte para poder implementar la versión más voraz que ha
conocido el capitalismo en su historia.
Más
allá de las palabras, los gobiernos neoliberales han dejado o están
dejando los mismos legados económicos, sociales y políticos. Los
discursos analizados anticipan el estallido de una crisis social que se
va gestando durante todo el tiempo que duran estas medidas. Más allá de
que se repita incesantemente la idea de que “no hay alternativa”, en
última instancia, y como dijera José Saramago: “la alternativa al neoliberalismo se llama conciencia”.
- Rodrigo F. Miranda | Alba Sud
Notas:
[1] Por
ejemplo, Margaret Thatcher llegó al Gobierno desde el Partido
Conservador, Ronald Reagan desde el Partido Republicano o Mariano Rajoy
desde el Partido Popular. Por su parte, Alberto Fujimori ganó las
elecciones generales peruanas con formaciones nuevas, como Cambio 90 y
Nueva Mayoría; Carlos Menen se alzó con el poder desde el Partido
Justicialista, Fernando De la Rúa fue electo presidente argentino con la
Alianza, y Antonis Samarás fue nombrado Primer ministro griego con
Nueva Democracia en coalición con PASOK y DIMAR.
[2] Algunos
eslóganes de estas campañas coincidieron en sus ideas abstractas.
“Amanece en América” o “América ha vuelto” (Ronald Reagan,
EEUU); “Revolución productiva y salariazo” (Menem, Argentina); “El
laborismo no funciona” (Thatcher, Inglaterra); “Perú, país con
futuro”(Fujimori, Perú); “Súmate el cambio” (Rajoy, España).
[3] Cavallo
fue presidente del Banco Central durante la Dictadura Militar argentina
(1981), Ministro de Economía durante la presidencia de Carlos Menem
(1991-1996) y también durante la de Fernando De la Rúa (2001).
Bibliografía citada:
Martínez
González-Tablas, A. & Álvarez Cantalapiedra, S. (2013).
“Aportaciones para una representación compleja y abierta del sistema
económico capitalista”. Revista de Economía Crítica n. 15.
Etiquetas: América Latina, Comunicación, Comunicación Política, España, Europa
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