El analfabetismo digital
(Por María Cristina Rosa). En décadas recientes, el desarrollo de las llamadas tecnologías de la información y la comunicación (TICs) ha permeado a todos los sectores de la sociedad, propiciando diferencias marcadas entre países, generaciones, géneros, niveles socieconómicos, educativos, etcétera en relación a las habilidades y al uso de las mismas. En este marco se habla entonces de una brecha digital (digital divide), misma que cuantifica la diferencia existente entre países, sectores y personas que tienen acceso a los instrumentos y herramientas de la información –y la capacidad de utilizarlos- y aquellos que no lo tienen. De ahí que la brecha digital sea considerada como el grado o nivel de masificación de las TICs entre países o en el interior de los mismos.
“Si se prefiere una percepción conceptual un poco más amplia e incluyente, puede definirse [a la brecha digital] como la distancia “tecnológica” entre individuos, familias, empresas y áreas geográficas en sus oportunidades en el acceso a la información y a las tecnologías de la comunicación y en el uso de Internet para un amplio rango de actividades. Esa brecha digital se produce entre países y en el interior de las naciones. Dentro de ellos, se encuentran brechas regionales, entre segmentos socioeconómicos de la población y entre los sectores de actividad económica”.1
Por lo tanto, la brecha digital no es solo una manifestación del conflicto Norte-Sur, como tampoco es un problema que aqueje exclusivamente a los países de menor desarrollo. Asimismo, no hay una sino diversas brechas digitales, sea por razones de infraestructura, conocimientos, educación, políticas tecnológicas, etcétera, dentro de los países. Por lo tanto y para comenzar, se puede hablar de dos brechas digitales. La primera y más evidente, es la que subsiste entre países desarrollados y en desarrollo. Las estadísticas existentes sobre el número de usuarios de Internet a nivel mundial, dan fe de la distancia que existe entre unos y otros. Así, se sabe que en el mundo, hacia enero de 2011 había más de 2 mil millones de usuarios de Internet en el planeta, cifra que sigue creciendo de manera exponencial –esta cantidad, sin embargo, refiere de manera implícita que hay alrededor de 5 mil millones de seres humanos que no usan Internet. Existen, asimismo, 32 países que cuentan con más de 10 millones de usuarios cada uno.
Los 10 países con más usuarios tienen en conjunto unos mil 200 millones de usuarios en total, lo que equivale al 65% de todos los internautas del mundo. Asimismo, los 20 países con más usuarios tienen mil 470 millones de internautas o bien, el 82% del total mundial. India es el cuarto país con más usuarios en Internet, pero apenas el 6.9% de las personas en ese país tienen acceso a una conexión. La República Popular China (RP China) es el país con mayor población conectada con casi el doble de usuarios que Estados Unidos. Sin embargo, el territorio chino alberga a más de mil 300 millones de personas, frente a 300 millones que constituyen la población estadounidense.
A propósito de la RP China y Estados Unidos, estos dos países tienen, sumados, la mayor cantidad de usuarios de Internet que los 15 países que les siguen en la lista. Ahora bien: una cosa es el acceso a Internet y otra la penetración, concepto éste último, referido al impacto social/comunitario que tiene la conectividad. Por ejemplo, en los países anglosajones mucho se ha enfatizado la importancia de que las personas, en lo individual, tengan acceso y conectividad. En otras naciones, en cambio, se busca garantizar que éstas lleguen al mayor número posible de usuarios sin que ello demande, necesariamente, que en lo individual, cada persona posea en su casa o lugar de trabajo, una computadora y/o conexión a la red. La penetración se relaciona con la accesibilidad –por ejemplo, que el costo de conexión esté al alcance de los bolsillos de la mayor cantidad posible de personas– y con la infraestructura adecuada. Por ello no debe sorprender que la penetración sea mayor en los países desarrollados donde las políticas digitales imperantes favorecen que Internet esté al alcance de un gran número de personas, a la vez que se ha desarrollado la infraestructura que garantiza la conectividad. Por el contrario, la penetración de Internet en los países en desarrollo es baja, porque la red no está al alcance de una parte importante de la población, como tampoco hay directrices claras en materia de políticas digitales, amén de que la infraestructura es inadecuada y escasa.
En este sentido, según la Internet World Stats en su informe del 31 de diciembre de 2011, la más alta penetración de Internet tiene lugar en América del Norte –que en este caso solo incluye a Estados Unidos y Canadá –con 78.6% de su población; seguida de Oceanía/Australia –con 67.5%–; y Europa –con 61.3%. En contraste, Asia, el continente más poblado del orbe posee una penetración de apenas el 26.2%. En América Latina y el Caribe, la penetración asciende a 39.5%. Y, como era de esperar, África presenta la cifra más baja sobre el particular, con solo 13.5%. La media mundial es de 32.7%, por lo que tanto África como Asia están por debajo de ella.2 Asimismo, a pesar de que las naciones latinoamericanas y caribeñas en promedio se encuentran por encima de la media mundial, lo cierto es que México tiene una penetración estimada en 30.7%, lo que significa que está lejos de la media latinoamericana y a 8.8 puntos porcentuales del promedio en el planeta.3
Algo que llama profundamente la atención en el caso latinoamericano y caribeño es que no son los países más grandes (i. e. México o Brasil), quienes presentan los más altos niveles de penetración. Argentina, Chile y Uruguay, naciones con 41, 16 y 3 millones de habitantes respectivamente, tienen un nivel de penetración de Internet de 67, 59.2 y 56.1% respectivamente, que es el más alto de la región.4
Pero, ¿qué hay de la otra brecha digital doméstica o interna? Esta brecha es importante, dado que se produce prácticamente en todos los países del mundo y un análisis más detallado revela situaciones no del todo comprensibles, incluso en naciones consideradas como las más avanzadas. Como muestra figura la Unión Europea –aun cuando la Europa comunitaria, en sentido estricto, no es un solo país–, donde un promedio del 26% de la población en 2010, afirmaba nunca haber usado Internet. Por supuesto que hay profundas disparidades entre países, como se observa en el cuadro anexo, destacando por ejemplo la situación de Rumania, Bulgaria, Grecia y Chipre, países que rondan o superan el 50% de personas en esa situación. Ello contrasta con Suecia, donde solamente el 7% de la población no se define como internauta –lo que, en otras palabras significa que el 93% sí lo es.5
¿Qué factores explican la existencia de la brecha digital doméstica o interna? A grandes rasgos “ esta brecha es, en la mayoría de los casos, la resultante de otras brechas preexistentes en la sociedad, las que al actuar sobre la introducción de las nuevas tecnologías, la consolidan. Como ha indicado recientemente un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (…) la brecha digital doméstica es, en esencia, un subproducto de las brechas socioeconómicas existentes en el país [de que se trate]. De hecho, la tecnología digital en sí no es responsable de la brecha digital. Los principales factores que la causan son el nivel de ingreso y su distribución, así como la dotación de la infraestructura de comunicaciones y el nivel de educación”.6
Cabe destacar que la primera vez que se empleó el concepto de brecha digital fue en la década de los 80 en Estados Unidos, por parte del entonces Subsecretario de Comercio de ese país, Clarence “Larry” Irving, a propósito de lo que él refería como la diferencia entre personas y regiones en términos de su acceso a las TICs considerando la densidad telefónica y las computadoras. 7 Ya para la década de los 90 hay una mención cada vez más frecuente al desafío de la brecha digital en documentos oficiales de la Unión Americana, en reconocimiento a que este problema se acentuaba en determinados sectores económicos, sociales y en lugares específicos de ese país.8
Brecha digital y analfabetismo digital
La brecha digital, sea entre países o en el interior de ellos, tiene diversas manifestaciones, una de las cuales es justamente el analfabetismo digital. Este concepto sugiere la existencia de una nueva problemática, distinta de aquella que se refería a la incapacidad de las personas para leer y/o escribir.
En el momento actual, la comunicación no solo fluye a través del lenguaje escrito, por lo que el concepto de alfabetización se ha modificado dramáticamente. Por lo tanto, aun cuando muchas personas pueden leer y/o escribir sin mayores dificultades, resulta que esas habilidades son insuficientes para acceder a la red de comunicación/información que emana de las nuevas tecnologías.
Siguiendo con este razonamiento, el analfabeta digital es el individuo que desarrolla sus actividades personales, educativas y profesionales sin vincularse con tecnologías o medios digitales, limitando sus acciones y/o quehaceres a recursos tradicionales y concretos, principalmente relacionados con la lectura y escritura, centrados en el empleo del lápiz y el papel. Este concepto es novedoso porque remite a un enorme desafío, en particular para los países en desarrollo, que además de lidiar con el analfabetismo tradicional, ahora deben enfrentarse a una situación en la que, pese a contar con recursos humanos que poseen un cierto nivel educativo, no son capaces de insertarse plenamente en el mundo del siglo XXI.
Así las cosas, los especialistas identifican tres grupos de personas en función de la relación que mantienen con las TICs: los llamados nativos digitales; los migrantes digitales; y, los analfabetas digitales. Un primer criterio para delimitar la frontera entre cada uno de estos grupos es, naturalmente, la edad. Así, a grandes rasgos, los nativos digitales son personas que nacieron a partir de 1995, y cuyas edades, en consecuencia, no rebasan en estos momentos los 20 años.
Los migrantes digitales, por su parte, nacieron a principios de la década de los 60 y no rebasan los 55 años de edad. Se les considera migrantes porque si bien han sido testigos del vertiginoso desarrollo de las TICs y de su impacto en la vida diaria y profesional en años recientes, la educación y formación de estas personas se desarrolló con métodos más “tradicionales.” En este sentido, los migrantes digitales emplean computadoras, tablets, laptops, netbooks, iPods, iPads, etcétera, pero subutilizan estos gadgets en términos de las tareas múltiples que se pueden realizar. Los teléfonos móviles los emplean sobre todo para hacer llamadas y eventualmente toman fotos con ellos. Son los principales usuarios de los wikis, donde satisfacen muchas de sus necesidades de información. Su presencia en las redes sociales obedece a la curiosidad, a que se percibe que “hay que estar”, o a presiones de los más jóvenes en el hogar –“¡ay papá! ¿cómo es posible que no estés en el Face?”.
Los analfabetas digitales, a grandes rasgos tienen 55 o más años de edad; aprenden y/o se informan sobre todo a través de libros/revistas/diarios impresos; no emplean gadgets; suelen comunicarse a través de la telefonía fija; si necesitan información o requieren hacer uso de las TICs por cualquier razón, se apoyan en los migrantes digitales o en los nativos digitales para ello; y desconocen las redes sociales. Cuando requieren información de cualquier tipo, usan fuentes impresas, por ejemplo, enciclopedias.
Ciertamente hay excepciones en los patrones de conducta ante las TICs, en los grupos de edades anteriormente referidos. Por ejemplo, existen muchas personas que tienen 55 o más años de edad y que se mueven como peces en el agua en la red. Otro tanto se puede decir de los llamados migrantes digitales, quienes aprenden a usar las TICs y las incorporan a sus vidas cotidianas y a sus actividades laborales. También hay jóvenes que a pesar de tener la edad para ser considerados nativos digitales, no incursionan en la red ni emplean las TICs por diversas razones. Con todo, hay realidades que no se pueden negar.
“Los estudiantes de hoy no solo han cambiado de manera incremental respecto a los del pasado; no solo cambiaron su jerga, ropa, atuendos corporales, o estilos, como ha ocurrido en generaciones previas. Se ha producido realmente una gran discontinuidad. Incluso se le podría denominar ‘singularidad’ –para referirse a un acontecimiento que cambia las cosas de manera tan fundamental, que no hay posibilidad de retroceder. Esta ‘singularidad’ es el arribo y rápida divulgación de la tecnología digital en las últimas décadas del siglo XX. “Los estudiantes de hoy (…) representan la primera generación que crece con esta nueva tecnología. Han pasado la totalidad de sus vidas rodeados o usando computadoras, juegos de video, reproductores de música digital, cámaras de video, teléfonos celulares, y todos los demás juguetes de la era digital. Hoy en promedio, los graduados del college habrán pasado menos de 5 mil horas de sus vidas leyendo, pero cuentan con cerca de 10 mil horas jugando con video juegos [o navegando] (sin dejar de lado las 20 mil horas que pasan viendo la televisión)”.9
Así, la llamada generación X se topa con la generación N (por la “N” de Net o “red”), también denominada generación D (o “digital”), misma que, como explica Prensky, es una generación de “nativos” que hablan el mismo idioma de las computadoras, los video juegos e Internet. La analogía con un idioma es apropiada: en el mundo existen las lenguas “maternas” o “nativas” y las demás. En general, la lengua nativa o materna es fluida, se le maneja con soltura, facilidad y la comunicación es dinámica con otros “nativos.” En cambio, las lenguas “aprendidas”, salvo excepciones, no se dominan de la misma forma y es frecuente la aparición de “barreras” que impiden su completa comprensión.
La palabra “migrante” remite igualmente al desafío que enfrentan los no “nativos.” Aquí también es válida otra analogía. En la mayoría de los países, el disfrute de derechos es algo privativo de los “nativos”, mientras que los “migrantes” deben acostumbrarse a ser ciudadanos “de segunda.” En el mundo de las TICs ocurre algo semejante.
“La importancia de la distinción [entre nativo y migrante digital es esta: a medida que los migrantes digitales aprenden –como todos los migrantes, algunos mejor que otros– a adaptarse a su ambiente, siempre retienen, hasta cierto punto, su “acento”, es decir, su pie en el pasado. El “acento del migrante digital” puede verse en cosas como recurrir a Internet para hacerse de información de segunda mano en vez de primera, o en la lectura del manual para usar un programa en lugar de asumir que el programa mismo nos enseñará cómo usarlo. Los adultos de hoy “socializaron” de manera distinta que sus hijos, y ahora están en el proceso de aprender un nuevo idioma. Y cuando se aprende una lengua en etapas más tardías de la vida nos dicen los científicos que eso se almacena en otro lugar del cerebro”.10
Así, los desencuentros entre los nativos digitales y los migrantes digitales se manifiestan en el hogar, en el trabajo, en la escuela, etcétera. Los primeros acusan a los segundos de ser lentos y de reaccionar tardíamente a los acontecimientos. Los migrantes digitales, por su parte, advierten que las TICs son medios, no fines en sí mismos, y que los nativos digitales solo las emplean para divertirse, y no necesariamente como instrumentos para favorecer el aprendizaje o mejorar la productividad. Y a este debate hay que sumar la problemática de los analfabetas digitales.
Del mundo 1. 0 al 2. 0
En cualquier caso y pese a las dificultades descritas, los migrantes digitales eventualmente logran comunicarse y hacerse entender ante los nativos digitales. Por lo tanto, uno de los mayores desafíos lo constituye el grupo de los analfabetas digitales, los cuales pueden tener ese estatus básicamente por dos razones: por decisión propia decidieron excluirse del mundo de las TICs –a este grupo se le denomina el de los analfabetas 2.0–; o bien no tienen la oportunidad de aprender a comunicarse formalmente con su entorno y/o el resto del mundo a través de las tecnologías de la información y la comunicación básicamente por un problema de accesibilidad, sea material –por ejemplo, falta de infraestructura/ disponibilidad– o por falta de calificación/ conocimiento.
Así, el analfabetismo digital es otra manifestación particularmente grave de la exclusión social, dado que acentúa la brecha intergeneracional, evitando que los más jóvenes se beneficien de la experiencia y la sabiduría de las generaciones que les precedieron, pero además porque fomenta desencuentros entre los miembros de las sociedades en un mundo que, en general, tiende a envejecer. Considerando el dinamismo que caracteriza a las TICs, este es un problema de la mayor importancia que demanda una reconfiguración de las políticas educativas y digitales de parte de los países.
Fuente: www.etcetera.com.mx
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